lunes, 17 de marzo de 2008

La lección de Daniela

Según dicen no esta bien mofarse de los demás, pero tengo que aceptar que cuando la vi salir de la casita verde caminando en reversa, muerta de vergüenza no pude evitarlo, y me descuartice de risa en medio de la vereda. Fue en ese momento que la pobre se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Ella se llamaba Daniela, vivía en mi barrio y era sinceramente insoportable. Tenía solo 15 años, pero parecía una típica vieja chusma de 70, de esas que cuando se les acaban las historias comienzan a inventarlas, sin importar a quien perjudiquen en ellas. Si algún día se hubiera mordido la lengua no me cabe la menor duda de que hubiese muerto al instante.
Todo comenzó un domingo en el Chat, cuando Alejandra se encontró con la tentadora posibilidad de una pequeña venganza a Daniela, después de haber logrado que ella, terminara con su novio por historias que solo habían transcurrido en su cabecita hueca. Era el momento, la hora y el lugar justo para hacerse pasar por Lucas, un chico guapísimo que no vivía en la zona, pero iba muy a menudo porque tenía familia allí. Daniela moría de amor por él, pero Lucas jamás supo de su existencia, él solo tenia ojos para si mismo. Fue así que comenzaron las extensas conversaciones vía Internet, nunca dudo de que fuese Lucas. Me contó absolutamente toda su vida, hasta lo que desearía no haber sabido, porque de solo imaginarla me repugnaba, evidentemente en su escuela la habían instruido bien en la clase de educación sexual y ella lo llevaba a la practica a menudo porque mas de una ves me dejo sin palabras. Intercambiamos teléfonos luego de una semana de conversación. Ella enloquecía con solo pensar que se encontraría con Lucas y seria la envidia del barrio
Alejandra o Lucas, como quieran llamarle, trato de evitar el encuentro todo lo que pudo, pero se le acababan las excusas, ya la había plantado una vez y Daniela comenzaba a ponerse fastidiosa. Entonces decidió darle “su” dirección para que lo visitase.
La casita amarilla de techo verde sobre la avenida- dijo Lucas.
Esa misma tarde Daniela fue hasta allí. Cuando se encontró en la vereda de la casa amarilla de techo verde, le envió un mensaje de texto para que él saliese a recibirla.
Yo me encontraba en la vereda de en frente observándola, creo que ni para ir a bailar la había visto tan producida como aquella vez. Conteste su mensaje luego de un lapso considerable de tiempo, la invite a entrar a la casa ya que yo, Alejandra o Lucas para ella me encontraban en la ducha. Ella lo dudo y por un momento pensé que mi elaborado plan había fallado, pero no pasaron ni diez minutos que ella se acerco a la puerta de la pequeña casa y volvió a pedirme que le abriese la puerta, cosa que obviamente para mi hubiese sido imposible, por lo que seguí insistiendo confiada, para que ingresara de una vez por todas. Daniela tomo el picaporte con bastante confianza y sin más entro.
Por unos minutos, me sentí mal por lo que había hecho, ya que ni yo sabia quien vivía en esa casa, pero ese sentimiento se esfumo cuando la vi salir, caminando en reversa muerta de vergüenza y tras ella, una mujer en bata de baño con una sopapa en la mano. Mis carcajadas fueron tales, que creo que los pájaros quedaron en silencio. Al verme Daniela, se le termino de desfigurar la cara.
Esa fue la última vez que supe de ella y sus historias, también fue la última vez que me miro a la cara, ahora suele cruzarse de vereda o pasar cabizbaja por mi lado.

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