miércoles, 28 de abril de 2010


En una hermosa noche de otoño, cruzaron las miradas más profundas y puras, como jamás antes vi. Sin pronunciar palabra, sus cuerpos se fundieron uno con el otro, movimientos tales a las aguas danzantes, al son de la música, en perfecta armonía.

Jadeantes llevaron consigo todo lo que en su paso había, el sudor de sus cuerpos no era más que agua bendita, tan pura, cristalina y llena de amor, que solo dios podía tocarla.


En sus ojos se unía el mar con el cielo, era el más bello paisaje que se pudiese apreciar en la tierra. Una mezcla de amor y desenfreno invadía el lugar .Los colores, sabores y aromas se confundían. Caricias, besos y algo más terminaron de desencadenar las llamas que albergaban sus cuerpos llenos de esplendor.


Todo culmino en un éxtasis de pasión, pero no cualquiera, sino el que sello ese encuentro mágico y los unió por toda la eternidad.